Bajo el árbol de mango
Desde el momento en que la Librería Café de Pombo me confirmó la fecha y hora para la presentación de mi primer libro, me supe afortunado.
Primero, porque Santa Marta es una ciudad que siempre ha tenido cierta importancia en mi vida: fue el primer encuentro que tuve con Colombia, el país de mi esposa; su gente me recibió con una sonrisa y me abrió las puertas como si fuera un samario más; mi hija mayor fue bautizada aquí, y es un lugar al que consideramos nuestro hogar fuera de casa. Segundo, porque sucedió que, pocos días antes de nuestro viaje, terminamos el proceso editorial completo con la impresión a tiempo y sin errores, por lo que las copias de los libros llegaron justo a tiempo y en perfectas condiciones. Y finalmente, porque la librería tuvo atenciones conmigo como si yo fuera un escritor con trayectoria, pues me brindó todo su apoyo para que la presentación fuera exitosa.
Así, en aquel recinto bellísimo que invita a la lectura, la reflexión y el diálogo alrededor de una exquisita taza de café y un delicioso pan de yuca —cuyos muros te hacen sentir pequeñísimo como autor, pues grandes nombres allí escritos te miran sin darte importancia, contrastando con algunas de sus frases que te reciben y te recuerdan que los sueños se pueden cumplir—, esta hermosa librería me abrió un espacio. Allí, en una terraza bajo un gran árbol de mango, no solo participó en el cumplimiento de uno de mis sueños, sino que fue mi cómplice.
Rodeado de familia, amigos y sorprendentemente, de gente que no conocía, tuve el honor y el placer de presentar mi primer libro en una tarde que, para mí, fue mágica. Lo fue por muchos motivos, pero algo que fue diferente esta vez, es que por primera vez, personas que no eran familia ni amigos se interesaron en leer mi libro. Esa había sido una de las motivaciones más grandes conforme avanzaba el proceso editorial y al ver que eso sucedía y el responder preguntas sobre mi libro, dialogar con la gente y darme cuenta de que se llevaban en sus manos mi libro, eso fue lo que hizo mágica la velada.